La centenaria técnica de arte japonés del Kintsugi hace visible la belleza de las cicatrices. Su significado literal es carpintería de oro, ya que se utiliza para reparar fracturas en la cerámica con barniz de resina, mezclado con polvo de oro, plata o platino. Su filosofía otorga valor a las imperfecciones, a la resistencia y al amor propio frente a las adversidades.
En una época dominada por el consumismo y la obsolescencia programada recuperar lo viejo, lo antiguo y lo roto ha perdido su valor, cuando precisamente es en lo ancestral donde podemos encontrar los saberes y aprendizajes que nos recuerdan nuestra humanidad y el legado de nuestras antepasadas.
Restaurar una pieza deshauciada significa dotar de una nueva vida, transformando la debilidad en belleza y fuerza. Todas las piezas de esta colección llegaron a nosotras en un estado deplorable, y solo a través del cuidado, la valoración, la paciencia, el mimo y la fe, hemos conseguido recuperarlas.
La colección Kintsugi simboliza como a través de la aceptación de nuestras heridas y de un largo proceso de reconstrucción desarrollamos nuestra identidad, aceptando los defectos, reparándolos con el mismo mimo y lentitud con el que trabajaron nuestras abuelas y bisabuelas. Porque en una sociedad en la que lo rápido, lo inmediato y la velocidad son las prioridades, la enfermedad se hace presente, y el antídoto es el Kintsugi: la aceptación del dolor y el lento proceso de reconstruirnos en una belleza imperfecta, real.
Además, como un grito de socorro, hemos introducido el elemento plástico en esta editorial, haciendo visible el contraste entre la naturaleza como el todo que posibilita la vida y que nos envuelve en belleza, y los residuos generados por la especie humana que degradan y matan poco a poco nuestro hogar, nuestro planeta.
Esta editorial ha sido posible gracias a:
Fotografía: Isabel Martínez Valcarcel
Peluquería: Rut Navarro / Salón The Room
Maquillaje: Sonia Cuesta / Salón The Room
Estilismo: Minerva Sánchez y Grändma, Modelitos Fetén